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martes, 4 de noviembre de 2014

PESADILLA MORTAL




PESADILLA MORTAL



Escrito por Alfredo


Estoy pasando una tarde increíble, estoy tumbado en un campo con mi novia, pero en ese momento veo a mi novia y no es ella, se convierte en un ser monstruoso que pide a gritos venganza, no me puedo creer lo que estoy viendo, estoy aterrado mientras ella me quiere atraer con sus frases aterradoras y su voz muerta y grave.
Cada vez dice más y más venganza, yo quiero correr pero, dios mío no puedo, mis
piernas están putrefactas y muertas, es en ese momento cuando decido salir
arrastrándome pero cada vez que veo mi cuerpo, veo como mi piel y carne se pudre a
una velocidad alarmante y con un dolor inexplicable.
Su cara se acerca cada vez más y en el momento en que me llega a la altura del
oído empiezo a oír:"ahora sufrirás como sufrí yo" su cara cada vez es mas
aterradora, no me deja respirar.
La putrefacción de mi cuerpo llega a la altura de mi cuello y en ese momento es
cuando me empiezo a asfixiar, cada vez me entra menos aire y en ese punto me sale un
grito terrible indescriptible, de repente me levanto de la cama de un salto, todo
mojado del sudor respirando a mil por segundo, ya no puedo más tengo que beber un
vaso de agua.
En la cocina bebo como nunca lo he hecho en mi vida, cuando en ese preciso
momento siento algo frío por detrás, el vaso se me cae del susto, en ese momento es
cuando oigo nuevamente esa voz "porque ya no estés soñando no significa que te
libras de mi" una risa ensordecedora me aturde.
En ese momento es cuando ese horrible dolor del sueño se convierte en realidad y
cuando me quiero dar cuenta la putrefacción llega a mi doloroso cuello, su voz me
vuelve a asustar "ahora tu continuarás la maldición y yo viviré tu vida" y esa risa
que vuelve a mi oído, ahí me di cuenta que ya no respiraba más, pero que es esto??
Sigo de pie, no estoy muerto, grave error si lo estaba y se dio cuenta de ello cuando
vio a la chica que ya no estaba podrida sino que estaba normal, vigorosa, VIVA.
Desde esa noche se dice que el chico vaga por la noche buscando a su víctima
dispuesto a relevarle de su maldición y desgracia.

EL CHICO MENTIROSO





EL CHICO MENTIROSO



Escrito por escrig


Una tarde, sobre las seis y media, nos reuníamos como de costumbre en los bancos del barrio. Todas las tardes hablábamos de algún tema que nos hubiese ocurrido o alguna anécdota. Escrig se disponía a contar una de su sarta de mentiras, pero no se percató de que tocó un tema poco habitual.

Contaba historias que a él le habían ocurrido, poco creíbles, pero inciertas hasta ese
momento. Su historia trataba de visiones y ruidos que le habían ido sucediendo a lo largo de su vida. Como antes dije, inciertas pero cuando llegó ese momento de incertidumbre, en su casa comenzaron a oírse dichos ruidos y a visualizarse tales espejismos. No dormía, no hablaba pero nosotros seguíamos creyendo que era una simple mentira.
Una tarde se me apareció en mi casa, con toda la ropa mojada y rajada, no daba crédito a lo que estaba viendo y de inmediato avisé a mi madre. Cuando llegamos a la puerta, no había nadie. No le di importancia a este hecho, pensaba que era una simple broma pero resultó que al día siguiente había parecido en dicho río (Albacete).
Si un amigo os pide ayuda o cuentas cosas, creerles porque él se suicidó, si le hubiéramos creído, nada de esto hubiera pasado. Algunas noches oigo pasos por mi casa como si el que andara tuviese las zapatillas inundadas de agua.

lunes, 3 de noviembre de 2014

ENCERRADA




ENCERRADA



Escrito por Lucía


Sheila era una niña nueva en el colegio que desgraciadamente no conseguía hacer amigos. Una tarde Sheila tuvo una fuerte discusión con sus amigas, la pobre estaba desolada por aquello que había ocurrido y se fue al baño a llorar.

Pasó un rato y cuando se dio cuenta ya eran las seis de la tarde y el conserje ya
había cerrado todas las salidas posibles.
A Sheila no le asustaba estar sola en el colegio sino lo que allí le podía ocurrir,
y es que se acordó de la historia que le habían contado sus "amigas" en la
noche de las hogueras de San Juan.
En ese momento oyó unos pasos acompañados de un grito.
La niña decidió salir del baño rápidamente.
Encontró manchas de sangre por el pasillo y las taquillas abiertas.
Entonces, oyó una voz que le decía:
soy la última niña que se quedó encerrada en este colegio y tu destino será el mismo
que el mío, la muerte.
El móvil de Sheila sonó, al responder, calló muerta al suelo y un hilo de
sangre salió de su oído.
Esto pasó hace 3 años en el colegio Santa Magdalena Sofía, Zaragoza(Valdefierro).
Desde entonces, Nayara, Claudia, Sandra, Nerea y yo: Lucía, no podemos dormir con la luz
Apagada. Somos culpables de tu muerte. Lo sentimos.

EL PÁRAMO




EL PÁRAMO


Escrito por Juan Nadie


La oscuridad de la noche parecía engullirlo todo. La luna apenas se dejaba ver tapada por las negras nubes que cubrían el cielo. El viento ululaba entre las ramas desnudas de los escasos árboles de retorcidos troncos; éstos eran la única vegetación que subsistía en ese paraje. El paisaje era ciertamente desolador, ya que únicamente se veían bloques de rocas pelad
as, sin vestigio de vida animal.
Una
atmósfera opresiva llenaba los pulmones de David de un aire viciado que le hacía
difícil la respiración. De pronto, un aullido salido de los más recónditos rincones
del más allá, hizo que su corazón diera un vuelco y pensó qué diantre hacía él en
ese lugar en medio de ninguna parte, en vez de estar cómodamente sentado en el salón
de su casa.
La respuesta le vino a la mente como un relámpago: durante una noche de juerga con
los amigos, alguien propuso una apuesta, un desafío, que entonces parecía una
tontería. El juego consistía en ver cual de ellos era capaz de pasar tres noches en
este sitio inhóspito donde nadie se atrevía a permanecer una vez se iba el sol.
David fue el primer en aceptar el reto; aseguró a sus amigos que pasaría no tres,
sino cinco noches en el páramo.
Y ahí estaba, afrontando la primera de ellas. Cuando sonó un espeluznante bramido,
David dio un salto hacia atrás y empezó a maldecir su bravuconada con los amigos.
Aquel sitio empezaba a alterar sus nervios bien templados de montañero
experimentado. Había pasado mucho tiempo en lugares solitarios y extraños, pero
ninguno como aquél.
Del suelo emanaba un vapor maligno que envolvía todo el paisaje, dándole un aspecto
tenebroso y lleno de sombras oscilantes que llenaban la mente de David de miedos
infantiles. El aire se enrarecía, volviéndose insano, con una mezcla de gases y
azufre que oprimía sus pulmones y nublaba su razón. El viento no dejaba de silbar y
extrañas siluetas parecían correr de acá para allá, haciendo que el joven empezase a
temblar.
De golpe los gritos y aullidos se multiplicaron, como si jaurías de seres
endemoniados surgidos de la peor de las pesadillas quisieran acabar con el juicio de
David; el joven sentía que empezaba a perder el control de sus pensamientos y un
terror indescriptible se iba apoderando de todo su ser, mientras el páramo parecía
una orgía delirante de sonidos y sombras procedentes de otros mundos. Su cabeza
estaba a punto de estallar y sus ojos querían salirse de las órbitas.
Antes de que pudiera reaccionar, la locura se había apoderado de sus sentidos y una
mirada febril apareció en su rostro. El cabello, que antes era espeso y negro como
el azabache, se había vuelto blanco y muy ralo. Su cuerpo se estremecía con unos
espasmos tales que parecía que los huesos se iban a salir del cuerpo.
Así continuó toda la noche, envuelto en esa vorágine de terror y locura hasta que su
mente no pudo resistir tanta tensión y acabó rodando entre las desnudas rocas.
Cuando, al fin, la noche se desvaneció, dejando espacio a los rayos del sol, el
páramo apareció envuelto en una neblina extraña que parecía surgir de las peñas
donde había caído el joven. Ningún sonido se dejaba oír, con la única excepción de
un débil y lejano lamento de origen incierto.
Durante varios días sus amigos buscaron el rastro de David sin éxito. Desde
entonces, nunca se han vuelto a tener noticias de su paradero. Sin embargo, los
osados que se han atrevido a internarse por estos parajes comentan en voz baja, que
cuando se acerca la noche se deja entrever una figura con apariencia humana que
trepa por el roquedo, susurrando palabras en una extraña e ininteligible lengua, y
alguno ha creído identificarlo con el que un día fuera un joven apuesto y sano
llamado David.

CEMENTERIO





CEMENTERIO



Escrito por Luz


Una tarde de otoño, decidí ir al cementerio a visitar la tumba de mi abuela. Como de costumbre, fui sola porque mi marido trabajaba. Iba al lugar con frecuencia para desahogar, en cierto modo, la pena que sentía por su ausencia. Sin darme cuenta llegó la noche y me encontraba todavía, allí sentada.


Recorrí el lugar en busca de ayuda, pero nadie había ya, ni siquiera los vigilantes. En
estado desesperado, decidí correr hasta la puerta principal porque es la que tiene la visión más clara hacia la calle, no había nadie. Sentía pasos detrás mío. Tenía miedo, alguien pedía que me acercase. Temblaba. Me estaban vigilando.
Después de mucho pensar, parada en la puerta principal y siendo ya las veinticuatro horas, grité el nombre de mi abuela; dos segundos después se encontraba a mi lado sosteniendo el portón para abrirlo. La miré, sonrió y se fue. En el día de hoy todavía me siento sorprendida y con cierto temor por lo que me podía haber sucedido.

Especial de Historias de miedo

En El Rincón de mis Historias de facebook ha habido un especial de historias de terror... espero que os gusten...


LA DAMA DE NEGRO

Escrito por Javier Haro

Me llamo Thomas Beresford, y quiero relatarles un suceso, del que fui, a mi pesar, parte y protagonista. Un suceso, que escapa a la razón humana. Corría el invierno de mil novecientos noventa y cinco, y yo, acababa de heredar una pequeña cabaña de montaña, propiedad de un viejo tío abuelo mío, por parte de padre, al que tan sólo había visto un par de veces cuando niño, y del cual, no guardaba el más mínimo recuerdo, ni bueno, ni malo.

La propiedad en cuestión, se hallaba en un pequeño pueblo, más bien una aldea, klamado: "Big Mount", ubicado en la ladera de una ridícula colina, en cuya cima, se encontraba la casita de mi antepasado.
A decir verdad, los problemas comenzaron nada más bajar de mi coche, y preguntar a uno de los lugareños por la vieja casa de mi tío abuelo.
-¿Se refiere a la cabaña del viejo Beresford? -El hombre, me dedicó una mirada larga, me observó, de arriba abajo, y meneó la cabeza-. Olvídese de ella, vuelva a la ciudad, éste no es un pueblo para la gente de la capital.
-¿Qué quiere decir? -Le pregunté, un tanto mosqueado, por el comentario del aldeano-.
- Mi tío abuelo me ha dejado la cabaña en herencia, y me gustaría saber en qué condiciones se encuentra.
-¡Vuelva a su casa! -De repente, para mi sorpresa, el tipo, se lanzó a correr,
mientras se santiguaba-.
-¡No se acerque a la cabaña del viejo Beresford, si aprecia su vida, amigo!.
Yo, como es lógico, me limité a sonreír, y entré en el que parecía ser el único bar del pueblucho.
-Buenas -me acerqué a la barra, e intenté mostrar mi mejor sonrisa.
-¿Qué desea? -El barman, me dedicó una extraña mirada.
-Una cerveza, por favor.
-No nos gustan los forasteros.
-¿Eh?
-Somos como una gran familia -el hombre, sacó una cerveza de la nevera y, tras abrirla con el abridor, añadió-.
-No nos gustan los extraños. Haga lo que tenga que hacer, y lárguese del pueblo.
Yo, sorprendido y dolido por el comportamiento del dueño del local, tomé le botella de cristal, y me senté en una de las mesas del lugar, la más cercana a la puerta, lejos del resto de los clientes, que me miraban, y murmuraban.
Estaba a punto de marcharme del bar, cuando, un hombre, elegantemente vestido, se acercó a mi mesa, y se sentó. Llevaba un maletín de piel en su mano izquierda.
-¿Es usted Thomas Beresford? -Me tendió su mano derecha.
-Así es -se la estreché, al tiempo que le miraba a los ojos-. ¿Puedo saber con quién hablo?.
El tipo, sin embargo, parecía no haberme escuchado, y se limitó a abrir el maletín encima de la mesa, y a sacar un puñado de papeles.
-Me llamo Robert Bakerson -me tendió uno de los papeles-. Era el Abogado de su tío abuelo.
-Ah -me limité a tomar el folio que me ofrecía, y a leerlo por encima, sin demasiado interés.
-Estoy aquí por deseo expreso de Mr. Beresford -el hombre, seguía hablando-; me pidió, antes de morir, que le acompañase a la vieja cabaña, para atestiguar el buen estado de la misma.
-Si mi tío lo creía conveniente -le devolví el documento-. No voy a ser yo quien le niegue su última voluntad.
Tras unos breves instantes de charla, Bakerson, se ofreció a pagar mi cerveza, y su "Gin Tonic", y salimos del local.
-Gente hostil -me susurró, mientras caminábamos, intentado evitar los charcos formados por las recientes lluvias, hacia mi viejo "Ford" del 65-. El viejo Beresford, no se llevaba muy bien con la gente del lugar.
-La gente de los pueblos, ya se sabe -para mi sorpresa, me vi intentando justificar la hostilidad de los lugareños, mientras daba la vuelta a la llave del contacto.
-En fin -Bakerson, suspiró hondo, y se acomodó en su asiento.
El coche, se puso en marcha, con un leve petardeo y, diez minutos más tarde, nos encontrábamos a la puerta de la cabaña del viejo Beresford.
-Bien -Robert Bakerson, maletín en mano, se apeó del vehículo, y caminó hacia la casita de ladrillo y madera-; hemos llegado.
-No parece estar en mal estado -comenté, más para mí que para mi compañero.
-No, su tío abuelo sabía bastante de albañilería y algo de carpintería. No le resultó difícil conservar la cabaña en buen estado.
De repente, me di cuenta de que, ni tan sólo sabía de qué había muerto mi antepasado, ni la edad qué tenía y, en un leve susurro, se lo pregunté al Abogado.
-Oh, no se preocupe. Murió de viejo -Bakerson me dedicó una sonrisa casi paternal-. No sufrió.
-Ah -me limité a asentir con la cabeza, mientras abría la puerta de la casita.
He de decir, en honor a la verdad, que la cabaña, por dentro, no tenía que envidiar a ninguno de los lujosos apartamentos del centro de Los Ángeles y que, el viejo Beresford, había sabido conservarla a la perfección, sin privarse de ningún lujo. Televisión, aire acondicionado, dos cuartos de baño, una pequeña, pero completa cocina, tres dormitorios, y una acogedora sala de estar, que hacía las veces de comedor, con una pequeña chimenea de ladrillo.
Tan ensimismado me hallaba examinando todas las estancias de la cabaña, que no me di cuenta de que Bakerson, había sacado una libreta, y se dedicaba a tomar notas.
-Son para el testimonio de que el lugar se encuentra en buen estado -me explicó.
-Haga lo que crea conveniente.
-Gracias.
Lo dejé tomando sus notas, y me senté a ver la tele.
-Debería hablar con la compañía eléctrica -me gritó mi compañero desde la cocina-. Mr. Beresford..., poco antes de su muerte, tuvo unas desavenencias con ellos, y le cortaron el suministro de luz.
-Vaya -dejé el mando sobre el brazo del sillón, y me alcé del mismo-, tanto lujo, para nada.
-Su tío abuelo, tenía fama de tacaño -Bakerson salió de la cocina, llevaba en las manos dos bocadillos. Me ofreció uno, al tiempo que me explicaba-. La nevera funciona con gas.
Mientras daba el primer bocado al bocadillo, me pregunté de qué más cosas tendría fama mi antepasado, por qué aquel lugar tenía tan mala fama entre los habitantes de la aldea.
La respuesta, no tardaría en llegar. Aquella misma noche.
Serían alrededor de las nueve y media de la noche, cuando mi acompañante, se alzó de la silla, y se dirigió a una de las tres alcobas de la cabaña.
-Me voy a dormir, estoy cansado -por suerte para los dos, el viejo, tenía gran cantidad de velas y un par de lámparas de petróleo, así como una docena de latas de combustible para la chimenea, y una buena provisión de troncos, y Bakerson, haciendo uso de una de las velas, pudo llegar a la cama, sin contratiempos-. Buenas noches, amigo Beresford.
Yo, por mi parte, preferí quedarme un rato más despierto, mirando, como hipnotizado, el baile de las llamas en la chimenea. Sin embargo, no habían pasado ni veinte minutos, cuando, mi compañero, se alzo, y salió del dormitorio.
-No sé qué me pasa -me dijo, mientras se rascaba la barbilla-; no logro conciliar el sueño.
-¿Le apetece una partida de póquer? -Le pregunte, recordando que, en el cajón de uno de los muebles de la casa, había visto una vieja baraja.
-Le advierto que sé jugar muy bien.
-¿A cincuenta centavos la apuesta? -Saqué los naipes, y los arrojé sobre la mesa de la sala.
Bakerson, me dedicó una sonrisa.
¡Debí de hacerle caso!
Media hora después, con cerca de ochenta dólares menos en la cartera, y con la moral por suelos, me alcé de la silla, y me disculpé por ser tan mal perdedor. Bakerson, me sonrió comprensivo, y empezó a recoger los naipes. De repente, una súbita bajada de temperatura, nos hizo tiritar y, me di cuenta que, el fuego de la chimenea, se había casi extinguido, y no quedaban troncos para avivarlo.
-Creo que deberíamos ir a por algo más de leña -me dirigí a la puerta de la cabaña, dispuesto a salir, cuando...
-Espere, amigo Beresford -Robert, se levantó de su asiento, y me puso una mano sobre el hombro.
-¿Pasa algo?
-¿Es usted supersticioso?
-¿Qué quiere decir? -Dediqué a mi compañero una intensa mirada.
-¿Cree usted en los fantasmas?
-¿De qué demonios está hablando?
Robert, se limitó a permanecer en silencio.
El frío, en el interior de la casa, se hizo más intenso. Demasiado intenso.
-¡Mire! -La voz de Bakerson, me hizo dar un respingo hacia a tras-. ¡La ventana, mire la ventana!
Lentamente, giré la cabeza, en dirección al lugar donde él me indicaba. Al instante, noté como una extraña sensación de bienestar me embargaba. Afuera, a pesar de que soplaba una fuerte y helada brisa, alguien, caminaba hacia la cabaña de mi tío abuelo Beresford. Era un joven bellísima.
-¿Quién puede ser a estas horas, y con este tiempo? -No podía apartar la mirada de tan encantadora figura. No aparentaba más de veinte años. Era alta y esbelta. De rostro angelical. Con unos ojos oscuros y tristes. Sus negrísimos y largos cabellos, caían, como una hermosa cascada de ébano, sobre sus pálidos y desnudos hombros. Vestía un sencillo traje negro, de terciopelo, y cubría sus manos con guantes de tela. De repente, su bella y triste mirada, se dirigió hacia la cabaña. Hacia la ventana donde me encontraba. Y, la sangre, se me volvió hielo en las venas.
-Es un fantasma -la voz de mi compañero me llegó lejana, como si, en vez de encontrarse a mi lado, estuviese a decenas de metros-. Sólo sé eso, y que ronda esta zona cada noche, desde hace años -tras estas palabras, Bakerson, enmudeció. Volví a mirar por la ventana, mas la misteriosa dama había desaparecido. Con gesto de clara decepción, me senté junto a Robert.
-¿Quiere explicarme todo eso del fantasma?
-Oh, no hay nada que explicar, amigo Beresford -el hombre, me dirigió una enigmática mirada, y una no menos misteriosa sonrisa y, sin añadir una sola palabra más, se levantó de su asiento. Yo, por mi parte, me encontraba demasiado agotado para seguir pidiendo
explicaciones, y decidí retirarme a dormir a mi dormitorio.
Al amanecer, los sucesos de la noche, seguían en mi mente, como grabados a fuego.
Me levanté de la cama, y me vestí.
Bakerson me esperaba en el saloncito, cerca de la chimenea de ladrillo, en la cual ardían un par de buenos troncos. En el rostro de mi compañero bailaba la misma extraña sonrisa de la madrugada anterior.
-Buenos días, ¿qué tal ha dormido?
-Bien -me di cuenta de que en la mesa de la sala habían dos tazones llenos de café con leche y, hambriento, sonreí.
-¿Sigue interesado en saber algo acerca de nuestra misteriosa visitante nocturna?
-Se sentó a la mesa, y tomó uno de las tazas.
Yo, le imité, mientras asentía con la cabeza.
-En primer lugar, debería saber que no es buena idea que usted sepa nada acerca de..., eso.
Di un sorbo al líquido caliente, y dediqué a Bakerson una mirada cargada de
impaciencia.
-¿Va a contarme algo, o no?
-De acuerdo -se encogió de hombros, y me la misma extraña y enigmática mirada de la noche anterior.
-Le escucho, hable.
Esto es lo que me contó mi extraño acompañante: "Hace cosa de cuatro años, llegó a la aldea un tipo joven, un buhonero, con la intención de quedarse a vivir en el pueblo.
Durante varias semanas, el joven, llevó una vida de lo más normal y pacífica, continuando con su labor de vendedor ambulante hasta que, por azares del Destino y, para desgracia de ambos, pues quedaba por completo fuera de sus posibilidades, se enamoró de esa joven que viéramos anoche rondando la cabaña. A pesar de todo, entre los dos jóvenes, triunfó el Amor y, cada noche, subían hasta aquí para hablar con el viejo Beresford, o para dar rienda suelta a sus impulsos amorosos.
El viejo, llevado por un extraño impulso romántico, mantuvo en secreto la relación de la pareja, pues sabía que la familia de la joven nunca permitiría la relación de los dos enamorados. Por desgracia, alguien, seguramente algún joven celoso, descubrió los escarceos amorosos de la pareja, y puso sobre aviso a los hermanos de la muchacha; dos
energúmenos con menos seso que un mosquito, aunque siempre dispuestos a propinar una buena paliza a todo aquel que les llevara la contraria.
Una noche, amparados en la oscuridad, estos dos individuos, tomaron al joven buhonero a traición y, tras propinarle una brutal paliza, que le costó la vida, lo quemaron en el interior de un viejo coche abandonado. No hubo testigos. Nadie dijo ni hizo nada por acusar a los asesinos. No se atrevían. Tal era el miedo que les tenían a estos dos hermanos. Sólo dos personas lloraron la muerte del joven: El viejo Beresford y su joven
amada, la cual, presa de la pena y la desesperación, huyó de su casa, subió hasta aquí, y se ahorcó de uno de los árboles que rodean la cabaña".
Llegado este punto, Bakerson, volvió a callar, se levantó de la mesa, y caminó hacia una de las ventanas.
-En aquel manzano de allí -me señaló con un leve movimiento de cabeza hacia uno de los cuatro manzanos que mi difunto pariente plantase años atrás, cuando yo era un crío-. Aquél fue el lugar escogido por la joven para cometer el suicidio.
-Pero... ¿Qué tiene que ver el fantasma de esa joven con la herencia del viejo?
-De momento, es todo lo que pienso contarle -me dedicó aquella sonrisa suya tan exasperante, y quedó mudo.
Me limité a encogerme de hombros, con gesto de resignación.
Después, tras recoger los cacharros del desayuno, decidimos bajar al pueblo, en busca de víveres.
A medio camino entre la cabaña y la aldea, y aprovechando que en ese momento cruzaba la carretera un rebaño de ovejas, decidí atacar de nuevo con otra pregunta:
-¿Qué ocurrió con los asesinos del chico?
Mi compañero, pillado por sorpresa, me miró fijamente y respondió:
-Bueno, la verdad no se sabe cierta. Algunos dicen que, arrepentidos por la muerte del joven y de su hermana, cometieron suicidio; otros que fueron asesinados. Lo único cierto es que fallecieron de forma harto misteriosa, pues desaparecieron una semana después de cometer el horrible crimen, y que un vecino del lugar los encontró muertos en el fondo de un barranco.
Una vez en la villa, y hechas las compras necesarias, entramos en la taberna, y pedimos un par de botellines de cerveza. No llevábamos ni cinco minutos, cuando noté como una mano se posaba sobre mi hombro derecho.
-Veo que no siguió mi consejo.
-¿Eh? -Giré la cabeza, encontrándome de cara con el mismo tipo que me advirtiese acerca de la cabaña el día anterior, a mi llegada al lugar, me limité a saludarle con un ligero cabeceo. Tras apurar las cervezas y sin más incidentes, pagamos y volvimos a la casa de la
montaña. al mediodía, mientras comíamos con la mesa arrimada a la chimenea, mi compañero me dijo algo:
-De acuerdo, Beresford, vamos a dejarnos de rodeos.
-¿Qué? -Le miré sorprendido-. ¿De qué está hablando?
-No soy tonto, amigo Thomas -Robert clavó en mí sus ojos oscuros-. Sé que está aquí por el asunto del "tesoro"... Que la cabaña le importa una mierda; al igual que ese viejo tacaño.
Yo, realmente sorprendido, me limité a boquear como un pez que, fuera del agua, busca el oxígeno para seguir viviendo.
-¿De qué diablos está hablando? -Me levanté de la silla-. ¿Un tesoro aquí, en la cabaña de mi tío abuelo? ¡No me haga reír, por favor!
Ahora le tocaba a mi compañero abrir y cerrar la boca.
-¡Habla en serio! -Se alzó de la silla, y caminó hacia donde yo me encontraba-. ¡No sabe nada acerca de la fortuna escondida del viejo!
De repente, de algún modo, comprendí...
-Usted no es el abogado de mi abuelo.
-No -Bakerson, sonrió-. Pero eso es algo de lo que no debe enterarse nadie.
-¿Quién es usted?
-Digamos que, alguien inteligente -Bakerson seguía sonriendo-. Usted elige, amigo Beresford. Unirse a mí o...
-¿Dónde está el abogado del anciano? -Aquella pregunta ya tenía respuesta en mi mente... Y en la sonrisa de Robert Bakerson.
-Digamos que, se negó a compartir -mi compañero, sacó un cigarro, y se lo llevó a la boca-; ¿qué va a hacer usted?
Apreté los puños.
-Son más de cien mil dólares, una bonita cantidad a repartir.
-¿Acaso sabe usted dónde están escondidos?
-¿A mí?
-Sí. Antes de morir, el albacea del viejo, me dijo que buscara al único heredero del anciano. Supongo que el ver a su esposa y a su hijo abiertos en canal le ayudó a recordar.
Me estremecí.
-No sé de qué está hablando -repliqué.
-Yo sí -entonces y para mi sorpresa, Bakerson, sacó de su bolsillo una hoja de papel, que reconocí como el testamento de mi tío abuelo.
-¿De dónde ha sacado eso?
-Esta mañana, antes de que se levantase, rebusqué sus bolsillos -Bakerson, se acercó a la mesa y extendió el papel sobre la misma.
-¿Tuvo usted algo que ver con la muerte de mi abuelo? -Tenía que hacerle aquella pregunta, no sé por qué, pero era mi deber.
-No, nunca tuve que ver nada con el viejo.
Y, como si aquello lo convirtiese en la persona más bondadosa de la Tierra, me incliné a su lado, sobre el folio extendido.
-¿Ve estos cuatro puntos?
-Sí -me fijé en las marcas a las que se refería Bakerson-. ¿Qué representan?
-Los cuatro manzanos -alzó la mirada del papel-. Esos de ahí fuera.
Me limité a mirar hacia la ventana.
-Su abuelo escondió su fortuna bajo uno de ellos. Sólo hay que buscar.
-¿De cuál de ellos?
-¡Sólo son cuatro! -Me replicó Bakerson-. ¡Sólo cuatro jodidos manzanos!
Suspiré.
Afuera, comenzaba a anochecer y, el recuerdo de la visita de la noche anterior, acudió a mi mente.
-¿Pasa algo?
-No, nada -mentí.
-¿El fantasma? -Pude notar cierto tono de burla en la voz de mi compañero. De nuevo sentí un escalofrío. Aquel tipo había matado a tres personas por conseguir un pedazo de papel-. ¿Qué puede hacernos?
-No va detenerse ante nada, ¿verdad?
-Veo que al fin comprende -me volvió a dedicar una sonrisa.
Y así, un par de horas más tarde, nos hallábamos fuera de la cabaña, llevando un pico yo, y una pala mi compañero. Los habíamos cogido del cobertizo de mi tío abuelo. No creo que le importase lo más mínimo. Ya no.
-De acuerdo, ¿por dónde empezamos?
-Usted por aquél, yo por aquél -Bakerson, dicho esto, comenzó a cavar con furia, como si le fuera la vida en ello.
Llevábamos una media hora de intensa faena, cuando, bajo mi pala, sonó algo metálico.
-¡Aquí hay algo! -Salté al interior de la fosa, y empecé a escarbar con las manos, hasta desenterrar una caja metálica de pequeño tamaño, aunque bastante pesada. En ese momento, mis ojos se alzaron hacia una de las ramas más altas del árbol. Y, el cofrecillo metálico, resbaló de entre mis manos.
-¿Ocurre algo?
-Fue en este manzano -logré articular en un débil hilo de voz.
-¿Qué pasa con el manzano? -Bakerson, tomó la caja del suelo, y miró el árbol.
-La chica, se ahorcó en aquella rama -señalé el trozo de soga, que aún se mecía movido por el viento, y añadí-: Quizás deberíamos dejar eso de nuevo donde estaba...
-De eso ni hablar -Robert Bakerson, apretó la caja contra su pecho, y entró en la cabaña.
De repente, y esto es algo que mantendré hasta el día de mi muerte, el aire a mi alrededor, comenzó a aullar, lo mismo que un animal salvaje herido y, sin pensarlo dos veces, corrí a refugiarme en la cabaña. Bakerson, me dedicó otra de sus odiosas sonrisas, y me pidió que me sentase. Había puesto la caja sobre la mesa, y se afanaba en abrirla con una pequeña palanca y un martillo.
-Al cincuenta por ciento, recuerde.
-Todo esto, me da muy mala espina -me quedé de pie, viendo como intentaba abrir la caja metálica-. Sigo pensando que deberíamos dejarla donde estaba. Finalmente, la palanca, hizo su trabajo, y la tapa del cofrecillo saltó con un sonoro chasquido, dejando a la vista su contenido. Varios fajos de billetes de diez dólares, y una carta, escrita a mano. Reconocí, al momento, la letra de mi tío abuelo y, raudo, la cogí.
-Quédese con la carta, si lo desea -Bakerson, comenzó a sacar el dinero, y a contarlo-, yo tengo lo que he venido a buscar.
-Espere, Bakerson -mientras leía la carta, alcé la mano, pidiendo calma a mi compañero-. Escuche esto-. Leí en voz: "Yo, Edward Beresford, en pleno uso de mis facultades, he llegado a un acuerdo con una criatura de ultratumba, para que vigile éstas mis pertenencias, que yo guardo bajo el segundo de los cuatro manzanos que rodea mi casa, a cambio, dicha criatura, podrá vagar, por toda la eternidad, en ésta mi propiedad, pudiendo castigar a todo aquel que se acerque a estos lugares con intención de sustraer el cofre del lugar donde éste se encontrase enterrado" -Suspiré, y dejé la misiva sobre la mesa, junto al dinero.
Bakerson, lanzó una carcajada.
-¡El viejo estaba como una verdadera cabra! ¿No irá a decirme que cree todas esas idioteces, amigo Beresford?
-¡No soy su amigo! -Con un rápido movimiento, lancé el cofre lejos de Bakerson y de la mesa-. ¡No es más que un maldito asesino, no tengo nada que ver con usted!
-¡De acuerdo, usted se lo ha buscado! -Para mi horror y sorpresa, Bakerson, sacó una automática, y me apuntó con ella-. Creía que era más inteligente.
Y, entonces, ocurrió. Por mucho tiempo que pase, no podré borrarlo de mi memoria.
La puerta y las ventanas de la cabaña, se abrieron de golpe, y una sombra comenzó a materializarse ante nuestros ojos. El espectro de la joven suicida, me sonrió dulcemente. La sangre se me heló en las venas mientras, el hermoso fantasma, alargaba sus blancas manos hacia Bakerson y, tras tomarlo por la barbilla, lo arrastraba hasta el manzano. Jamás volví a ver a mi compañero, pues muerto de miedo me desmayé.
Cuando desperté a la mañana siguiente, eran más de las nueve y media, y me encontraba solo en la cabaña. Ni rastro de Bakerson, del fantasma, ni del cofre con el dinero.
Y, poco tengo que añadir a lo dicho.
Regresé a la ciudad, con una extraña sensación en el cuerpo, y retomé mi vida tal y como la había dejado. O, al menos, lo intenté. Pero todavía despierto muchas noches, con la imagen del bello fantasma en mi cabeza. Jamás he vuelto a pisar ni la cabaña, ni el pueblo. Y no creo que lo haga. Mis abogados se desentendieron del asunto de la herencia.
Con el tiempo, todo aquello se ha convertido en un extraño recuerdo en mi mente. Un recuerdo terrible...
Sólo una cosa me queda por añadir.
Hace cosa de una semana, en un programa de televisión, entrevistaron a uno de esos tipos que dice investigar los fenómenos extraños. Y habló sobre la cabaña. Y sobre las extrañas apariciones que, desde tiempo atrás, venían sucediéndose. Di gracias al Cielo, era la confirmación de que no soy un demente...

Arranque de sinceridad de Dani Glez

Arranque de sinceridad

Estoy aquí, aprovechando que me siento bien, con la única intención de serte sincero
Últimamente salgo a la calle y giro la cabeza una y otra vez
Por si en algún momento, te diera por aparecer
Ya empecé, espero que lo tomes bien, porque me he propuesto no dejar nada dentro
Y yo no quiero amor eterno, sólo pido que me quieras hoy
Y si te parece bien, mañana vuelvo a preguntar
Ouo      ooo        Ouo    ooo      ouo      ooo         oo

Entendería si te pareciera extraño este arranque de sinceridad
Después de todo este tiempo en el que ni siquiera te he llegado a hablar
Pero la forma de que todo fluya, era que el momento me eligiera a mi
Y es esta fuerza extraña la que ha hecho que en este instante me dirija a ti
No necesito ser el centro de tu vida solo que me aceptes tal y como soy
Y por mi parte lo que guardado en este tiempo es a ti a quien te lo doy
Ouo      ooo       ouo   ooo    ouo   ooo     oo
Dara      daraaa   dara        ri              ra      rara     dara     daraaa     dararararara    dararararara     dara        da           da
Dara      daraaa   dara        ri              ra      rara     dara     daraaa     dararararara    dararararara     dara        da           da

Y yo no quiero amor eterno, sólo pido que me quieras hoy
Y si te parece bien, mañana vuelvo a preguntar
No necesito ser el centro de tu vida solo que me aceptes tal y como soy,                    tal y como soy
Que yo no quiero amor eterno, no no no  no no
Solo pido que me quieras hoy
Si te parece bien, y si te parece bien, si te parece bien mañana vuelvo a preguntar
Que yo no quiero amor eterno, solo pido que me quieras hoy y si te parece bien mañana vuelvo a preguntar
Ouo      ooo        Ouo    ooo      ouo      ooo         oo
Ouo      ooo        Ouo    ooo      ouo      ooo         oo
             Danni Glez




Mi amigo Dani Glez

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