lunes, 3 de noviembre de 2014

CEMENTERIO





CEMENTERIO



Escrito por Luz


Una tarde de otoño, decidí ir al cementerio a visitar la tumba de mi abuela. Como de costumbre, fui sola porque mi marido trabajaba. Iba al lugar con frecuencia para desahogar, en cierto modo, la pena que sentía por su ausencia. Sin darme cuenta llegó la noche y me encontraba todavía, allí sentada.


Recorrí el lugar en busca de ayuda, pero nadie había ya, ni siquiera los vigilantes. En
estado desesperado, decidí correr hasta la puerta principal porque es la que tiene la visión más clara hacia la calle, no había nadie. Sentía pasos detrás mío. Tenía miedo, alguien pedía que me acercase. Temblaba. Me estaban vigilando.
Después de mucho pensar, parada en la puerta principal y siendo ya las veinticuatro horas, grité el nombre de mi abuela; dos segundos después se encontraba a mi lado sosteniendo el portón para abrirlo. La miré, sonrió y se fue. En el día de hoy todavía me siento sorprendida y con cierto temor por lo que me podía haber sucedido.

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